El investigador del Departamento de Zoología, Claudio Correa, estuvo recientemente en la Región de Coquimbo en una visita que forma parte de un monitoreo regular de poblaciones de anfibios en esa zona, que lleva más de 15 años.
Las lluvias registradas en la zona norte del país en el inicio del invierno podrían tener un importante efecto en la actividad reproductiva de los anfibios de la región de Coquimbo. Hasta mayo, los datos sugerían que el sistema hidrológico continuaría mostrando un comportamiento bajo lo normal para las tres provincias de la región.
Pero eso cambió con las lluvias de junio, que trajeron algo de alivio a una zona que ha sido declarada en proceso de desertificación, permitiendo alimentar gran parte de los acuíferos de la región.
Observaciones en terreno hechas por el académico del Departamento de Zoología de la Facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas de la UdeC, Claudio Correa Quezada, dan cuenta del regreso de algunos anfibios a áreas que estaban secas o casi secas y que, recargadas de agua, generaron condiciones favorables para su reproducción.
El investigador del Laboratorio de Sistemática y Conservación de Herpetozoos (SyCoH) estuvo recientemente en la región de Coquimbo en una visita que forma parte de un trabajo de monitoreo de poblaciones de anfibios en esa zona, y que llevó a cabo con el médico veterinario especialista en fauna, Ismael Horta Pizarro.
“El objetivo particular era revisar cómo estaban las poblaciones de Alsodes nodosus (sapo arriero) después de las lluvias de junio, que fueron bastante fuertes en la región, y aprovechar de ver qué pasaba con otras especies, como Rhinella atacamensis (sapo de Atacama)”, cuenta.
Los resultados no fueron tan buenos como esperaban para el primer propósito, puesto que encontraron al sapo arriero solo en uno de los cuatro puntos de monitoreo previstos para el viaje (lugares en los que se había observado previamente esta especie endémica, calificada en categoría de amenazada).
“Los encontramos solo en Valle Hermoso. Los últimos individuos fueron vistos allí en 2018 y, como el arroyo estaba muy seco ese año, no sabíamos en qué situación estaría ahora, porque la sequía no ha parado en la región de Coquimbo. Pero las lluvias de junio activaron prácticamente todas las quebradas. Casi todos los esteros de las cuencas de Choapa y Limarí estaban llenos de agua”, dice.
Otro punto de interés en esta visita era Talinay Bajo, localidad donde se vio por última vez al sapo arriero a finales de los años 60, registro del que existe material en las colecciones del Museo de Zoología de la UdeC. “Hicimos un esfuerzo enorme, pero no lo encontramos, a pesar de que también había harta agua”.
La sorpresa para los científicos fue la abundancia de sapos de Atacama poniendo huevos en las orillas de esteros y arroyos. “El río Quilimarí, el estero Pupío, Talinay Bajo y otros lugares están llenos de sapos de Atacama poniendo huevos, incluso en el día. Llegamos justo en la fecha en que empezó su periodo reproductivo”, cuenta el Dr. Correa.
El académico explica que cuando el ambiente es más bien seco, el período en que ponen los huevos es breve; pero es posible que por la abundancia de agua, la temporada se extienda hasta septiembre u octubre.
Rhinella atacamensis tiene un valor especial para el docente de Zoología, ya que fue el tema de su investigación doctoral y, desde 2007, forma parte de sus monitoreos de anfibios en el norte del país. Un interés particular para Correa son los procesos de hibridación de este sapo -también endémico – con su especie hermana, Rhinella arunco, que ocurren hacia el sur de la Región.
Por eso, mira con atención lo que pasa en la zona en estos días con este animal, que está en categoría de vulnerable.
“Creo que este año va a ser el boom de los anfibios en la Región de Coquimbo. Va a ser un evento masivo de reproducción, una verdadera explosión de Rhinella”, asevera el investigador, que planea volver en octubre para seguir el proceso de desarrollo de los huevos. “La predicción es que las orillas de los ríos y esteros estén llenas de larvas”, adelanta el académico.
Esta es la primera vez desde el inicio de sus observaciones que ve tal abundancia de agua en la zona, un evento extraordinario que plantea una serie de interrogantes sobre los factores que condicionan la vida y reproducción de los anfibios, uno de los grupos más amenazadas por el cambio climático.
La megasequía de más de diez años ha modificado los hábitats de estos animales, muchos de los cuales habían sido abandonados por la ausencia de agua, fundamental para la postura de huevos.
“Las Rhinella son abundantes cuando hay agua, pero parecieran desaparecer cuando hay sequía. Desaparecen porque no están reproduciéndose; no se ven, pero pueden vivir años escondidas en las quebradas. Son muy resistentes, en el sentido de que están bien adaptadas a las condiciones de sequía, lo que no quiere decir que no sean vulnerables”, dice.
De sus visitas iniciadas en 2007 recuerda que antes de que comenzara la sequía, en el río Quilimarí y el estero Pupío se veía reproducción más seguido. “Era prácticamente todos los años; luego menos, y en la medida que se fueron secando, las Rhinella empezaron a desaparecer”. De hecho, ambos sistemas hídricos estuvieron secos casi en su totalidad desde 2019.
Los investigadores no saben las proyecciones que tienen estos eventos de lluvias intensas y concentradas en la vida de los anfibios del norte y tampoco si volverán a repetirse, transformándose en una nueva condición del hábitat de estos animales.
Sí saben que aquí hay un nuevo desafío de investigación en un área en la que es difícil concretar seguimientos in situ de largo plazo y que abarquen el máximo de poblaciones.
Pero las últimas precipitaciones son una nueva oportunidad para que los anfibios vuelvan a reproducirse y sumar nuevos individuos a sus poblaciones. “Un evento masivo como este es más beneficioso a que no haya nada”, asevera el Dr. Correa.
Crédito: artículo original publicado en Noticias UdeC. Fotografía de portada: crédito, Dr. Claudio Correa.