Dr. Erasmo Macaya.

Trabajo científico publicado recientemente en la prestigiosa revista Nature Clamite Change ha encontrado pruebas inequívocas que la no está aislada, con el descubrimiento que el alga Durvillaea antarctica había surfeado cerca de 20.000 kilómetros antes de arribar al continente blanco. El estudio tiene como coautor a investigador del Departamento de Oceanografía UdeC.

Cuando el investigador chileno, Dr. Erasmo Macaya Horta, académico del Departamento de Oceanografía de la Universidad de Concepción e investigador asociado del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) y del Núcleo Milenio de Ecología y Manejo Sustentable de Islas Oceánicas (ESMOI) encontró Cochayuyo varado en la Península de Fildes, Isla Rey Jorge, en una playa cercana a la Base Julio Escudero del Instituto Antártico Chileno (INACH) en Antártica, supo que estaba frente a un hallazgo muy significativo.

Una nueva investigación publicada el 16 de Julio en la prestigiosa revista internacional “Nature Climate Change” por un equipo internacional multidisciplinario de científicos, revela cuán importante fue ese hallazgo. El equipo descubrió que esa alga se había desplazado aproximadamente 20,000 km para llegar a esa orilla, por lo que representa el evento biológico de “rafting” o viaje a la deriva por la superficie del mar, más extenso hasta ahora registrado.

Posteriormente también un investigador chileno, el Dr. Nelson Valdivia académico de la Universidad Austral de Chile e investigador asociado del Centro IDEAL encontró trozos de la misma especie de alga en otro punto de Isla Rey Jorge. Para llegar allí, estas algas marinas tuvieron que atravesar barreras creadas por vientos polares y corrientes que, hasta ahora, se consideraban impenetrables. Significa que la Antártica no está tan aislada del resto del mundo como los científicos han pensado, lo que tiene importantes implicancias sobre cómo los ecosistemas antárticos cambiarán con el calentamiento global.

“Este hallazgo muestra que plantas y animales vivos pueden llegar a la Antártida a través del océano, especies marinas de zonas templadas y sub-antárticas que probablemente “bombardean” las costas antárticas todo el tiempo”, dijo la autora principal del estudio, la Dra. Crid Fraser de la Universidad Nacional de Australia (ANU).

“Siempre pensamos que las plantas y animales antárticos eran distintos porque estaban aislados, pero esta investigación sugiere que estas diferencias se deben casi por completo a extremos ambientales, no al aislamiento”.

Según la Dra. Adele Morrison, también de la ANU, co-autora del estudio y que dirigió los análisis oceanográficos, se espera que los fuertes vientos del oeste y las corrientes superficiales conduzcan objetos flotantes hacia el norte y lejos de la Antártida. Pero cuando se toma en cuenta la influencia disruptiva de las tormentas antárticas, todo cambia.

Usando técnicas de modelamiento matemático, el equipo comenzó a ver cómo las grandes olas que surgen durante las tormentas podrían ayudar a las algas a llegar a la Antártica.

“Una vez que incorporamos el movimiento de la superficie impulsado por las olas, que es especialmente pronunciado durante las tormentas, de repente algunas de estas “balsas biológicas” fueron capaces de llegar a la costa antártica”, dijo el Dr. Morrison.

Esto tiene importantes implicancias para los estudios científicos utilizados para rastrear plásticos, restos de aviones y otros materiales flotantes en nuestros mares.

“Estos hallazgos podrían cambiar la forma en que modelamos el movimiento de la superficie oceánica”, el Dr. Andy Hogg, co-autor del estudio. “Si este movimiento superficial impulsado por las olas – conocido como deriva de Stokes – influye en el movimiento de partículas alrededor de la Antártida, podría ser importante en otros mares tormentosos también”.

Las muestras de ADN tomadas de los cochayuyos encontrados en Antártica revelaron que un espécimen se desplazó desde las Islas Kerguelen y otro desde South Georgia. Esto significaba que las rutas que tomaron para llegar al continente blanco debieron tener decenas de miles de kilómetros.

“Estos son viajes asombrosos, pero también nos preocupan”, dijo la Dra. Fraser. “Muestran que los ecosistemas antárticos podrían ser más vulnerables al calentamiento global de lo que sospechábamos”.

“Algunas zonas de la Antártica se encuentran entre los lugares de calentamiento más rápidos en la Tierra. Si las plantas y los animales llegan a la Antártida con bastante frecuencia flotando a través del océano, podrán establecerse tan pronto como el entorno natural sea lo suficientemente adecuado”.

Es algo que el coautor del estudio, el Dr. Macaya, que descubrió una de las algas marinas, también reconoce. “Cuando vi el cochayuyo varado, supe que era importante. Pese a que su nombre científico es Durvillaea antarctica esta especie no crece en la Antártica, pero sabemos que pueden flotar y convertirse en un medio de transporte para muchas otras plantas y animales a través de los océanos “, dijo el docente del DOCE. “Si esas balsas logran llegar tan lejos, pronto podríamos ver cambios masivos en los ecosistemas intermareales antárticos”, agregó.

Gentileza: Universidad Nacional de Australia (ANU), Centro IDEAL y Dr. Erasmo Macaya.